LA FELICIDAD DE LOS CRISTIANOS.

Cuatro ejemplos del Nuevo Testamento ofrecen al cristiano la más absoluta seguridad en que apoyar su confianza para el futuro. Nos aseguran en dónde estaremos cuando dejemos este mundo. El primer ejemplo es la palabra de Jesús al ladrón arrepentido. Recordemos cómo este hombre reconoció humildemente su condición de pecador ante Cristo⸴ a quien al mismo tiempo reconocía como Salvador. Esto le valió el favor divino inmediatamente y por toda la eternidad. Cristo le dijo: ‘ Hoy estarás conmigo en el paraíso ( Lucas 23⸴ 42-43). El segundo ejemplo nos lo ofrece Esteban. El hombre de la faz radiante. Esteban es el primer mártir de la Iglesia. Se mantuvo firmemente en su fe hasta que la última pedrada le llevó a la presencia de Cristo. ¡Cuán maravillosamente se sostuvo ! Sentía la presencia de su precioso Señor ! Esto le impartió una calma profunda que le permitió interceder a favor de sus mismos asesinos. El tercer ejemplo nos lo da Pablo al decir que su partida significa su viaje al hogar celestial. Pablo había sufrido mucho por Cristo. Se sentía cansado y doliente. Tenía deseos de reunirse con su Señor. Dice 2 Corintios 5⸴8 : ‘ Pero confiamos⸴ y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo⸴ y presentes al Señor ‘. El apóstol Pablo habla aquí de la casa de su Padre⸴ de su hogar eterno⸴ que es también la casa de todos los cristianos: ‘ Mas nuestra ciudadanía está en los cielos⸴ de donde también esperamos al Salvador⸴ al Señor Jesucristo ‘ ( Filipenses 3⸴ 20-21). Jesús dijo: ‘ En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera⸴ yo os lo hubiera dicho; voy⸴ pues⸴ a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar⸴ vendré otra vez⸴ y os tomaré a mí también⸴ para que donde yo estoy⸴ vosotros también estéis ( Juan 14⸴2-3). Finalmente⸴ para decirnos que va a partir de este mundo⸴ Pablo emplea la figura de una conocida escena del mar: ‘ De ambas cosas estoy puesto en estrecho⸴ teniendo deseo de partir y estar con Cristo⸴ lo cual es muchísimo mejor ‘ ( Filipenses 1⸴ 23). Aquí ve Pablo un barco en el puerto amarrado a su ancla. Pero de pronto⸴ el ancla se suelta y el buque se adentra en el mar⸴ con todas las velas desplegadas. Parte para el océano. Ya no está circunscrito a los estrechos límites de un puerto. Se dirige a los espacios infinitos. Este ejemplo describe la experiencia del apóstol. Se sentía como anclado en el puerto de su cuerpo y de este mundo⸴ estrechamente limitado pero deseando que el ancla de su vida fuese soltada de manera que pudiese navegar mar adentro hacia los océanos infinitos de la gloria del Padre celestial.