Carta a un emperador

Así dijo el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría⸴ ni en su valentía se alabe el valiente⸴ ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme. Jeremías 9:23-24
Atenágoras era un filósofo que vivía en Atenas en la segunda mitad del siglo 2. Se había propuesto escribir contra los cristianos⸴ y para ello empezó a leer sus libros. Pero mediante esta lectura Dios le abrió los ojos⸴ y Atenágoras se volvió cristiano. Entonces⸴ en lugar de atacar a los discípulos de Jesús⸴ los defendió⸴ y en el año 177 presentó al emperador romano Marco Aurelio (121-180)⸴ filósofo también⸴ un escrito a favor del cristianismo.
Estos son algunos pasajes: «¿Por qué se ofendería usted simplemente por el nombre que llevamos? Si hay pruebas de que cometimos un crimen⸴ castíguenos⸴ pero no lo haga sólo a causa de nuestro nombre de cristianos. Entre nosotros los cristianos hay personas ignorantes⸴ sencillas⸴ mujeres mayores que tal vez no podrían probar la verdad de nuestra doctrina mediante razonamientos. Pero a través de sus obras muestran el efecto benéfico que esta doctrina produce. No dan discursos⸴ sino que hacen buenas obras. Cuando se les hace daño⸴ no devuelven mal por mal; no llevan a juicio a los que los roban; dan a los que les piden y aman a su prójimo como a sí mismos».
Marco Aurelio sólo podía aprobar una conducta así⸴ pero parece ser que su orgullo de filósofo no le permitió decidirse a aceptar la cruz de Cristo⸴ que reduce a la nada la sabiduría humana. Así que continuó persiguiendo a los cristianos.