EL PROBLEMA DEL ENOJO.

‘ Todos deben estar listos para escuchar ⸴ y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere’ (Santiago 1⸴ 19-20). Son muchas las heridas físicas⸴ emocionales y espirituales que confirman dolorosamente la verdad de esta escrítura bíblica. El enojo mata a las personas⸴ convierte a los hijos en rebeldes⸴ desintegra a las familias y divide a las iglesias. Muchas veces no establecemos la diferencia entre lo que es enojo y el castigo corporal a los niños⸴ como instrumento de disciplina en el amor de Dios. Ningún tema inquieta más que el fenómeno del maltrato a los niños⸴ que es tan frecuente en estos días. Se cuentan por millones las familias en las cuales se cometen a diario delitos contra los niños. Es difícil creer lo crueles que pueden ser algunos padres y madres con niños indefensos y sorprendidos⸴ que no pueden comprender por qué los odian. Leí el caso de un padre terrible que tenía la costumbre de envolverle a su hijo pequeño la cabeza en la sábana que éste había orinado la noche antes. Entonces metía al niño de cabeza en la taza del inodoro para castigarlo. Pienso también en la madre a la que una hija suya la interrumpió⸴ y ella le cortó los ojos con una cuchilla de afeitar. Esa niña quedó ciega para toda la vida⸴ y sabrá que su propia madre la privó de la vista. Quiero decirle con toda la fuerza que pueda que los tipos de disciplina agresivos e implacables⸴ motivados por la ira⸴ son destructores para los niños y no se deben tolerar. El enojo puede presentarse en una variedad de formas como : ira⸴ frustración⸴ rencor⸴ o amargura. Además⸴ este enojo puede ser expresado de distintas maneras tales como disputas⸴ acciones violentas⸴ rechazo⸴ traición⸴ diciendo apodos⸴ etcétera. No importa la forma o la expresión que tome⸴ el enojo siempre lleva a las personas a la esclavitud emocional. Las personas se encarcelan en celdas de resentimiento y amargura. Algunos tratan de escapar. Otros prefieren tramar venganzas. Y otros pierden toda esperanza. ¡ Pero hay salida !